miércoles, 15 de febrero de 2012

Qué es el miedo

    Ángela preguntó:
-    ¿Qué es el miedo?
José se rascó la barbilla. Levantó un dedo hacia el cielo.
-    ¿Recuerdas el perro negro, el que ladraba por la noche cuando eras más pequeña?
-    No.
-    Pues había uno.
Manolo levantó la voz desde su silla.
-    Sé lo que te va a contar. Era una noche en que estabas en nuestra habitación y jugábamos a lanzarte de cama en cama.
-    Qué burros.
-    Es que pesabas muy poco.
-    La cosa es que el perro ladró y se oyó por la ventana.
-    Y te llevaste las manos al estómago, nos miraste y preguntaste: “¿susto yo?”.
-    ¿Eso es el miedo?
-    El miedo era que no sabías que hacer. Sabías que el perro podía morderte, pero sólo si te podía alcanzar. Y, como eras pequeña, no estabas segura de la distancia, ni de qué había entre el perro y tú. Así que preguntabas, ¿me tengo que asustar? ¿Cómo tengo que reaccionar? Porque si no puede alcanzarme, no tengo porque tener miedo.
-    Espera, creo que yo tengo una definición mejor.
-    Mira éste. Tú qué vas a tener.
-    ¿Te acuerdas del cuento del gigante que dormía?
-    Sí. Creo que sí.
-    Yo no.
-    A ti nunca te lo contaron.
-    Pues cuéntamelo tú.
-    Era un gigante muy bueno que vivía en un bosque, y era amigo de todos los animales. Un día, el gigante se tumbó a dormir, y al día siguiente no se despertaba. No es que estuviese muerto, es que seguía durmiendo, aunque el sol estuviese dándole en la cara y sus amigos hiciesen mucho ruido alrededor. Todos estaban preocupados, porque querían mucho al gigante, pero no sabían qué hacer. Iba a llegar el invierno y tenían miedo de que se congelase. Hasta que un buho se posó en su oreja y, hablando muy bajito, le pregunto: “Gigante, gigante, ¿por qué no quieres despertarte?”. El gigante abrió un ojo muy despacito y le indico con una seña al buho que se posase en su nariz. Entonces, empezó a susurrar, muy bajito, muy bajito: “Cuando me quedé dormido, una familia de marmotas se metió en un bolsillo de mi camisa creyendo que era una cueva y se pusieron a hibernar. Si hablo o respiro fuerte, las dejo sordas. Si me muevo de golpe, las aplasto. Así que voy a hibernar con ellas hasta que se despierten y se vayan”.
-    ¿Y de qué tenían miedo los animales? ¿No habían pensado hasta entonces que el gigante podía aplastarlos?
-    Sí que se habían dado cuenta. En lo que no habían caído es en que el gigante también lo sabía. ¿Entiendes? El gigante sabía que, sí quería, podía aplastarlos, sólo que elegía no hacerlo. Y ahora tenían que vivir con la posibilidad de que un día cambiase de idea.

3 comentarios:

Pola dijo...

Ostras, me encanta.
Últimamente no hago más que descubrir blogs muertos que parecen de lo más entretenidos. Hay un desequilibrio entre el tiempo libre del que dispongo yo y del que disponen sus autores, por lo que se ve.

Advenedizo dijo...

El blog no está muerto, está tomando cañas. Si te han gustado los análisis de las pelis de Miyazaki, ese tipo de textos se han mudado a http://continuara.jimdo.com. :P

Pola dijo...

Oh, genial, le he echado un vistazo y me gusta, me voy a hacer fan. ¿dónde os habíais metido todo este tiempo? ;)