viernes, 4 de marzo de 2011

XENA II: ¿Fantasía de identificación lésbica?


Xena también se convirtió, con el andar de los capítulos, en una serie completamente intertextual e inserta en el imaginario freak y el mundillo del fandom. Además, el supuesto “subtexto” lésbico, que la convirtió en serie de culto para el colectivo homosexual estadounidense y de todo el mundo, dio lugar a piruetas curiosas. Por ejemplo, cuando la diosa Atenea hizo su aparición en la serie, fue como antagonista y luciendo una armadura dorada semejante a la de Sailor Galaxia, villana de Sailor Moon, el anime y manga de género shojo también célebre por la ambigüedad sexual –mucho mejor tolerada por la ficción japonesa y su público– de algunas de sus heroínas, muy especialmente la Sailor Urano, que prefiere vestirse y peinarse como un hombre a tiempo completo, creando toda clase de ¿simpáticos? malentendidos.

Mención aparte merece una serie tan inserta en el imaginario del fandom como The Simpsons, en la que hizo su aparición Lucy Lawless en un capítulo en que es acosada por un fan y que debe pasarse explicando que no es Xena, sino la actriz que la interpreta –en España incomprensiblemente “traducida” como “Lucy Sin Ley” en un arrebato de literalidad de los dobladores–.

Igualmente es célebre el número #16 del volúmen #3 de la serie de cómics norteamericana Strangers in paradise. Este tebeo por entregas, obra del guionista y dibujante Terry Moore –autor con una larga experiencia en televisión a sus espaldas–, se inserta en el género conocido en EEUU como slice of life, especializado en narrar escenas más bien cotidianas en las vidas de sus personajes sin mucho más argumento que las relaciones entre estos, y narra las vicisitudes sentimentales de la sensible y muy maltratada por sus múltiples exnovios Francine, su compañera de piso, mejor amiga desde el instituto Katchoo, enamorada de ella hasta las trancas nada en secreto, y David, un pretendiente de la coprotagonista que surge al comienzo de la serie. 


En el citado número, Francine y Katchoo se preparan para ver, “como cada jueves”, el capítulo de Xena: Warrior princess cuando la segunda recibe un golpe en la cabeza. Despierta entonces, en un tópico consagrado hace un par de siglos por Mark Twain, atrapada en la serie y convertida en Gabrielle, con Francine como Xena. El reparto de papeles no le satisface en absoluto, ya que es de sobra la más agresiva de las dos, en cualquier sentido, pero le cae en gracia por ser rubia y bajita en comparación al físico más imponente de su morena más-que-amiga. Durante el número acabarán encontrando a David en el rol de un Joxer igual de sensible que el de la serie pero más apuesto y con menos ansias de convertirse en guerrero. Igualmente popular entre los fans fue el intercambio de chistes con Buffy: Vampire Slayer, cuando Gabrielle leía el pergamino “Buffus: Cazaménades”.

La misma Lucy Lawless ha tenido diversas apariciones como estrella invitada en un buen puñado de series de televisión, y es un personaje habitual de las convenciones de fans. Destaca el papel central que ocupó en el remake de Battlestar Galactica –con un personaje que fue creciendo a partir de un cameo, de nuevo–, o en arcos argumentales de X Files y Veronica Mars, además de The L Word, serie de televisión norteamericana dedicada a retratar la vida de una serie de personajes con el único aspecto en común de ser lesbianas, o la comedia Two and a Half Men, en paralelo a una aparición anterior de su compañero en Hercules, Kevin Sorbo. Además, ha puesto la voz a Wonder Woman en las películas animadas de la Justice League of America y a uno de los personajes principales de la adaptación de Dragonlance.



Por otro lado, la serie comparte escenarios con la definitiva consagración del imaginario fandom dentro de la producción de ficción mainstream, lo cual es una manera muy rebuscada de decir que se rodó en los mismos lugares que lo haría posteriormente la trilogía de El Señor de los Anillos, pero con mucho menos presupuesto. Sam Raimi, futuro director de la adaptación al cine de Spiderman, es uno de sus productores, lo cual coloca en el reparto automáticamente a su hermano Ted, interpretando al torpón Joxer, y al escritor, director y actor de culto en películas de serie B, Bruce Campbell, que interpretó a Autolycus, ladrón con pico de oro que pone en aprietos a Xena y Hércules, y llegó incluso a dirigir un par de episodios de cada serie.

Hay que tener muy claro que Xena: Warrior Princess es una serie que interactuó constantemente con su propio fandom de manera mucho más directa de lo que puedan estar haberlo hecho recientemente, a pesar de la supuesta mayor accesibilidad, series como Lost o Héroes, por no salir del medio televisivo. Célebre es el caso de la escritora Melissa Good, autora de diversos fanfictions “Uber”, que acabó guionizando dos capítulos de la sexta y última temporada.


A estas alturas suponemos evidente que la insistencia en el aspecto sexual de las aventuras de Xena: Warrior Princess, no es gratuita. Para empezar, está asumida por gran parte de los fans y de la escasa crítica especializada que se ha ocupado de la serie como uno de los pilares básicos de su éxito, y la razón de por qué se ha constituido en una serie de culto entre colectivos homosexuales. Es relativamente fácil caer en el “no hay para tanto” desde la perspectiva española de 2009, pero aún hoy en los EEUU es muy difícil encontrarse con una representación “normalizada” de la homosexualidad en series de televisión en abierto y en horario de máxima audiencia. De hecho, la explicitud de la relación entre las protagonistas es muy relativa hasta las últimas temporadas, y los productores jugaron hábilmente a la ambigüedad para, en última instancia, subir los índices de audiencia alimentando el morbo, más que proponerse luchar por la libertad sexual. Entre medias, usaron juegos de la ficción, como atrapar a Xena en el cuerpo de un hombre y que fuese en esta forma en que besase a Gabrielle por primera vez, o dobles sentidos en los que se suponía que las protagonistas sí mantenían una relación pero no se mostraba en pantalla, del mismo modo que no se suele ver a los personajes comer o ir al baño. Tantos “puntos de fuga” en el mundo de ficción alimentaron las relecturas y los fanfiction durante los seis años que duró la serie y aún hoy, cuando se mantiene como serie de culto y sigue vendiendo DVDs y abundante merchandising.

Hay que señalar que por cada estudio que define a Xena como heroína feminista hay otro que la califica de objeto sexual, muy en la línea de las mencionadas Wonder Woman y Red Sonja, cuyos vestuarios imposibles las sitúan mejor para ser contempladas por el público masculino que tomadas como ejemplo por el femenino. Otra cosa es si tomamos el potencial “revolucionario” de la serie en estar dirigido a un público femenino homosexual, que pueda por igual tomar a las protagonistas como modelos, o al menos aferrarse a ellas como representación “normalizada” de las relaciones lésbicas, al mismo tiempo que las contempla como objetos sexuales sin que ello le suponga ninguna contradicción.


Los fanfictions de Xena, de hecho, constituyen casi un género en sí mismos dentro del fandom y han dado origen a dos categorías, el “Alt” y el “Uber”. La primera no se encuentra muy extendida, pero sería la versión femenina del slash, casi inaugurada en el imaginario del fandom por la propia serie. Los defensores de esta denominación se basan precisamente en la ausencia casi absoluta de fanfictions de contenido lésbico en el slash, más centrado en Kirk y Spock o Batman y Robin, hasta la irrupción de Xena y Gabrielle. El “Uber”, por su parte, bastante común, consiste en la reubicación de los personajes en una época o contexto diferente al original, en ocasiones otro mundo de ficción ya existente.

La propia Xena: Warrior princess juega al “uber” en el capítulo Deja vu all over again, que cerró la cuarta temporada de la serie, donde asistimos a las reencarnaciones de Xena, Gabrielle y Joxer en la actualidad, sólo que con el alma de Xena en un cuerpo de hombre, lo que da para otro beso entre las protagonistas. El capítulo, de 1999, fue una broma paralela a otro de la serie madre, Hercules, titulado For Those of You Just Joining Us..., en el que los actores del reparto aparecían interpretando a los productores de la serie y decidiendo si la cancelaban o no). El antes mencionado capítulo del cómic Strangers in paradise sería una pirueta “uber”, ya que, en sí, es un “uber” de los personajes de Sip trasladado al universo de Xena, pero al mismo tiempo señala los paralelismos de estos como “uber” del trío principal Xena-Gabrielle-Joxer. Los escritores de fanfictions sobre Xena: Warrios princess, además, son llamados “bardos” o “rookers” en honor a la aedo aprendiz Gabrielle.


Xena nació como objeto sexual en la misma medida que Red Sonja. La lectura homosexual se explotó en aras del negocio, y siguió siendo una fantasía sexual masculina entronizada por el porno –y por Baudelaire–. Ahora bien. Si atendemos a Internet, la mayoría de fans y escritoras de fanfiction son mujeres, y el fenómeno trasciende círculos del fandom habitual de los mundos de ficción para introducir en el colectivo homosexual como “forma de vida alternativa”.

Esto puede interpretarse como que en última instancia la verdadera carga subversiva de Xena se encontró en hacer explícita un tipo de sexualidad o mirada lúbrica normalmente reservada en el inconsciente colectivo a los hombres heterosexuales en otro digamos diametralmente opuesto en la escala de lo políticamente correcto –en el contexto en que fue producida la serie– como el de las mujeres homosexuales. Es decir, en explicitar esa agresividad física y sexual y asumirla como “normalizada”. Tampoco es en realidad algo subversivo, pues como todo en el capitalismo, amplia la base del modelo disfrazándola de derechos asumidos, pero sin atacar a las bases del sistema, y además se produjo para ganar dinero –y dentro de la campaña de asunción de normalidad de lo geek, que en el fondo no es sino el consumismo más abyecto de objeto absurdo que sirven de placebo de participación en unas sagas/franquicias–.

XENA I: La vagina dentada quijotesca


Xena: Warrior Princess fue una serie de televisión emitida entre 1995 y 2001 en EEUU, coproducción mitad norteamericana mitad neozelandesa rodada íntegramente en el país oceánico. Considerada serie de culto, nace casi por casualidad como spin off de Hercules: The legendary journeys, antepenúltima adaptación de las aventuras del semidios griego. La serie, de argumentos sencillos que mezclaban sin demasiadas pretensiones diversos mitos griegos, usaba las entonces novedosas y por mejorar técnicas de animación por ordenador para crear efectos especiales muy limitados por el presupuesto.

Xena nació como personaje secundario de la serie madre, una señora de la guerra antagonista del héroe, a la que conocemos por primera vez cuando seduce a Iolus, el fiel compañero del protagonista. La popularidad del personaje, una especie de mezcla de femme fatale y guerrero temible, que mantiene la obediencia de su ejército combinando la atracción que produce en sus hombres con el miedo que les infunde su espada –cóctel freudiano donde los haya–, la hizo reaparecer para ser redimida por el amor del héroe y, finalmente, acabar mereciendo su propia cabecera.

Así, Xena, encarnada por la actriz Lucy Lawless –que había interpretado previamente hasta tres o cuatro personajes secundarios diferentes dentro de la serie de Hércules, uno de ellos una amazona con malas pulgas que adelantaba algunos aspectos de la “princesa guerrera”– consiguió su propia serie, un spin off que partía de mayor precariedad de medios y argumental que su hermana mayor. La despiadada antagonista de Hércules recibió en el primer capítulo su “Robin” correspondiente, la joven e inocente aspirante a bardo Gabrielle, encarnada por Renée O´Connor, que le sirve de contrapunto.


Los parentescos de Xena dentro de la floresta mitológica, que diría Román Gubern, y del superpoblado imaginario del fandom no son pocos. Para empezar, recuerda poderosamente a la Wonder Woman de DC, con la que comparte el contexto griego, la filiación a las amazonas, el título de princesa y, por supuesto, la capacidad de amenazar al orden patriarcal por su agresividad tanto física como sexual. Xena y Gabrielle interactúan a menudo con las amazonas, aunque no con Hipólita, madre de Wonder Woman en su propio universo, ya que este personaje fue “quemado” por la serie madre. El diseño de la armadura de Xena recuerda también al del traje original de la superheroína de la DC, con la combinación de coraza “escotada”, falda y botas altas. Incluso el ‘chakram’ de la guerrera cuelga de su cintura en posición similar a la del lazo
de Wonder Woman.

Sobre las lecturas lésbicas del asunto, cabe citar al psicólogo austriaco Frederic Wertham, creador del tópico sobre la homosexualidad latente de Batman y Robin en su obra Seduction of the Innocent, publicada en 1954 y que dio lugar al Comics Code, equivalente del Código Hays de Hollywood para la industria del cómic, en el cual no sólo tenía dobles lecturas para el vigilante de Gotham City: “Para los muchachos, Wonder Woman es una imagen temible. Para las chicas es un ideal mórbido. Ahí donde Batman es antifemenino, Wonder Woman y su contraparte son definitivamente antimasculinas”.


En la célebre serie de televisión de Batman de los 60, con su estilo desenfadado que se recreaba en el camp y su propio ícono gay en Julie Newmar, una de las tres actrices que interpretaron a Catwoman, los productores introdujeron el personaje de una tía nunca mencionada de Bruce Wayne, y más tarde a Batgirl y su romance con Robin para alejar el fantasma de la homosexualidad. En los cómics, durante los 50, el justiciero enmascarado ya había conocido a Batwoman, diseñada a tal fin. Xena y Gabrielle, además de los múltiples novios encontrados por el camino –incluidos Hércules y Iolus–, recibirían una parodia de estos personajes ideados para “deshomosexualizar”, el torpe Joxer, canijo aspirante a guerrero y eterno pretendiente de Gabrielle.

Xena también es, de manera más o menos explícita, paralela a Red Sonja, el personaje surgido de la adaptación al cómic de las novelas de Robert E. Howard sobre el universo de Conan el bárbaro. Sonja la roja, humilde granjera cuya familia es asesinada por bárbaros saqueadores –y ella misma violada por el líder de la banda–, se convierte en una guerrera sin igual tras pactar con una diosa pagana que utilizará su habilidad para defender a los más débiles –sobre todo a las mujeres– y que sólo se entregará al hombre que sea capaz de vencerla en combate –esto es, al muy testosterónico Conan–. Igual que Sonja, el impulso guerrero de Xena surge al ser su pueblo arrasado por los bárbaros y pactar con Ares, dios de la guerra, del que además se convierte en amante. En este caso, el dios es malvado y la guerrera acabará traicionándolo por amor a su medio hermano Hércules, a cuya sombra comienzan las aventuras de la nueva heroína como las de Sonja lo hacen a la de Conan. 


Aquí es preciso subrayar como, pese a su supuesta condición de heroínas feministas, ambas fueron diseñadas para suponer un doble desafío a los muy patriarcales protagonistas tanto en el terreno físico como en el sentimental, desafío además que éstos acaban superando sin demasiados problemas. Comparten igualmente un vestuario inverosímil para una espadachina, diseñado en ambos casos –el bikini de cota de malla de Sonja y la coraza de escote generoso de Xena– para satisfacer la mirada lúbrica del público más que para proteger de inoportunas estocadas, aunque la vestimenta de la heroína televisiva dejase un margen a la comodidad de la actriz y sus dobles a la hora de hacer cabriolas en el aire.

Por otra parte, la traición de Xena a su “dios protector” alimentará gran parte del argumento de su serie con los intentos de éste por devolverla al redil de la maldad, sustituirla por su número opuesto –Callisto, otra pacífica granjera reconvertida en máquina de matar al ver cómo era asesinada toda su familia, en esta ocasión, ironía de ironías, por el ejército de la propia Xena– o, finalmente, redimirse él mismo a través del explícitamente enfermizo amor que ambos personajes continúan profesándose. El contrapunto a Ares, en todos los sentidos, lo pondrá Gabrielle, y es sobre este equilibrio, que en un primer momento es ingenuamente ajeno a las implicaciones sexuales presentes en la relación del trío de protagonistas, que se construirá la serie.


Podríamos incluso emparentar a Xena con toda una serie de amazonas y “vaginas dentadas” a lo largo de la genealogía mitogénica. Destacan la misma Hipólita y Pentesilea, la amazona defensora de Troya cuyo hipotético romance con Aquiles, inexistente en el mito original, fue desarrollado por obras galantes de los siglos XII y XIII. También Atalanta, compañera de aventuras del Hércules mítico –aparecida como personaje secundario en la serie madre de Xena– y cuota femenina de Los Argonautas, esa suerte de Liga de la Justicia de la Grecia clásica. Igualmente reflejaría a mitos paralelos de otras culturas, como la Mulan china y la Gord Afarid persa, entre otras. Por el camino, podemos volver a citar a Roman Gubern en su célebre Máscaras de la ficción y su análisis de las 'mujeres sublimadas' Ayesha, Antinea o Barbarella. Esta última prima lejana de Red Sonja también surgida en cómic.

En última instancia, y en un looping mitogénico, Xena emparenta con Don Quijote por medio de Gabrielle. La aspirante a bardo, que llega a encontrarse con un Homero joven que da sus primeros pasos como narrador, pretende narrar las aventuras de su compañera en un poema épico respecto al cual la guerrera se muestra bastante escéptica. Estas Don Quijote y Sancho avant la lettre, con los papeles intercambiados, se van influenciando la una a la otra mientras la vocación de la Gabrielle da para juegos intertextuales al principio bastante obvios que ganan complejidad conforme avanza la historia.


También cabe destacar que la serie remite explícitamente al mundo de las películas de acción de serie B, no sólo por sus limitaciones en la producción, que también, sino por las peleas, cabriolas y recursos exagerados, propios de cine de artes marciales de Hong Kong –que los títulos de los capítulos homenajean– y el modelo conocido como “pelea de masillas”, en que el héroe –o heroína– se enfrenta a un puñado de rivales sin cara. Igualmente la premisa de la que parte la serie no es muy diferente al de otras como The A-Team, etc., en que el héroe o héroes van de pueblo en pueblo ayudando a campesinos contra mafiosos genéricos, cual pistolero solitario o ronin del japón feudal.

El mérito de la serie, quizás, se halle en un comienzo más que convencional y formulaico, en el que Xena y Gabrielle no pasan de ser contrapartidas femeninas de Hércules y su compañero Iolus con los roles ligeramente trocados –ya que Iolus suele representar un punto de vista más práctico frente al idealista Hércules– que fue evolucionando, casi inconscientemente, hacia un discurso mucho más rompedor, original y falto de complejos que el de su serie madre. Sobre todo, hay que señalar que Xena nace en medio de la ficción en serie propia de los 90 para perecer como una de las primeras pica del “nuevo estilo”, más intertextual, autoconsciente y desenfadado del cambio de siglo –aunque impregnado de la misma y grandilocuente “voluntad de trascendencia” de sus predecesores–. La serie era, en principio, un producto de entretenimiento de, valga la redundancia, serie B –lo cual no tiene nada de malo– destinado a un público más bien joven con el reclamo de la acción, bastante humor y, a qué negarlo, las raciones de piel al aire que el vestuario permitía, tanto de las protagonistas como, en aras de la paridad, del musculado dios Ares y algunos de sus secuaces.


Pero Xena acaba liberándose de la fórmula consabida en la que las dos protagonistas caminan de pueblo en pueblo desfaciendo un entuerto por capítulo, mientras Xena ejerce de mentora y la inocencia de Gabrielle la ayuda a redimirse, con el enfrentamiento a Ares como telón de fondo para los cliffhangers de final de temporada. En lugar de eso, se entregará al más delirante sincretismo histórico y mitológico, ampliando el restringido mundo de aldeas saqueadas por bárbaros impuesto por el presupuesto hasta el punto que las protagonistas llegan a enfrentarse a Julio César o a salvar a Ulises de las sirenas, además de hacer de guardaespaldas de un trasunto de Jesucristo llamado Eli o interactuar con el mismísimo arcángel Miguel, que llega para anunciarles sendos embarazos inmaculados –coincidentes con el primero en la vida real de la actriz Lucy Lawless– que resultarán en el nacimiento de dos niños mesíanicos destinados a provocar la extinción de los antiguos dioses.

(continuará...)