miércoles, 10 de octubre de 2007

¿Fútbol Intelectual?


En la última semana de septiembre, la editorial RBA sacó a la venta Historias del Calcio, del periodista Enric González. Se trata de una recopilación de los artículos publicados en la sección de deportes de El País, en la columna del mismo nombre. Existe un blog también homónimo, aquí, desde el cual hace ya tres años un generoso blogger cuelga tanto estos artículos como los de inglés John Carlin acerca de la Premier o una recopilación de autores tan dispares como Jorge Valdano, Pep Guardiola, David Trueba o Borja Cuadrado.

Enric González ha sido corresponsal para El País en Londres, Nueva York, Washington, París y Roma. Gran aficionado al fútbol, fue a su llegada a la capital italiana cuando desde la sección de deportes le propusieron escribir una columna semanal dedicada a tratar curiosidades del Calcio. Columna que acabó cosechando meridiano éxito y dilatándose más de cuatro años como un clásico de la sección, hasta el reciente abandono de su corresponsalía transalpina por parte del autor. En los contenidos, se alternaban las explicaciones sobre el modo italiano de comprender el fútbol, los clásicos del Calcio desconocidos en España o los símiles culteranos.

Meter cultura y fútbol en la misma frase es, así, en frío, arriesgado. Los programas de fútbol-basura, tal que Crónicas Maracaná o Salsa El Rondo, o la tendencia sensacionalista de gran parte de la prensa especializada, como Marca, el diario de pago más leido de España, ha dibujado la imagen del aficionado simiesco y el jugador medio lelo. El fúrgol es asín y semos onse contra onse, que diría un clásico. Eso del intelectualismo, en un juego de hombres como éste, era cosa de afeminados tipo Jorge Valdano o Pep Guardiola. O si acaso Ángel Cappa, el semi-Valdano, al que no le da asco entrenar en Sudáfrica si hace falta.

Decir "me gusta el fútbol" es perder crédito intelectual. Dicen que Vargas Llosa no tiene el Nóbel porque un día se paró junto a una tienda de televisores y en uno sacaban el Madrid-Barça. Decir "sé leer" en el mundo del fútbol equivale a pasar por afeminado. Cuentan que Gattuso propina patadas en los genitales a cualquier periodista que le pregunte si es cierta la leyenda de que lee a Dostoievski antes de los partidos para relajarse.

Manuel Vázquez Montalbán, el creador de Pepe Carvalho, el novelista, el periodista, el sociólogo, el columnista de Intervíu, el campeón, el más grande, que se debe estar hartando de reir con el Ché, Umbral y Lovecraft en el Infierno -tiene celda paralela a la de Sade, Mahoma y John Wayne-, escribió El fútbol, una religión en busca de Dios. Eduardo Galeano tiene otro clásico sobre el deporte rey en castellano: Fútbol a sol y sombra. El mexicano Juan Villorio publicó en 2006 Dios es redondo.

Camilo José Cela perpetró Once cuentos de fútbol. El negro Fontanarrosa, recientemente fallecido, no escribió once sino muchos más cuentos humorísticos sobre la idiosincrasia argentina respecto a éste deporte. Según Benedetti, y eso que es uruguayo, el segundo gol de Maradona a Inglaterra -el de la mano no, el otro- es hasta ahora la única prueba tangible de la existencia de Dios. Más tarde o más temprano, Javier Marías, probablemente el mejor escritor español vivo -con el permiso de Muñez Molina-, forofo del Real Madrid, de Zidane y de la épica, tiene que acabar escribiendo una novela sobre fútbol.
No es que sean excepciones, pero tampoco son la norma. Jorge Luis Borges, ese viejo snob -celda frente de la de Buda, aunque él sostiene que se trata de un Buda apócrifo- lo detestaba hasta el punto de que durante el Mundial de Argentina'78 programó una conferencia el mismo día y a la misma hora en que debutaba la selección nacional, obligando a sus lectores y amigos a tener que decidir entre ambos -creo que perdió-. Guillermo Cabrera Infante, que vivió durante 25 años en Inglaterra, no pudo superar su aversión pese su larga experiencia en la cuna del deporte rey. Cosas que pasan.

Hace poco tuve la oportunidad de leer El otro fútbol, una recopilación de artículos de uno de Miguel Delibes escritos a principios de los 80, entre el Mundial de Naranjito y la Eurocopa del 84 en la que, previo trámite del 12-1 a Malta y el gol de Maceda a Alemania en la prórroga, España perdió la final frente a la Francia de Platiní. Delibes pertenece a una generación de aficionados criados en el amateurismo, que ya hace 25 años se sentían desplazados. Aquellos que veían el fútbol de pie y a menos de un metro de la línea de saque, sin vallas ni gradas, cuando lo importante de verdad era participar porque no se manejaban, ni por asomo, las cifras millonarias que ahora mueven el negocio.
Delibes realiza un análisis que resulta sorprendentemente actual de los males de la selección española y la situación del fútbol europeo. Llama la atención su protesta por la ampliación, allá en el 82, del número de equipos participantes en el Mundial de 16 a 24, calificándola como dañinana para el espectáculo. ¿Qué pensará de las superpobladas ediciones actuales, con 32? Delibes fue jugador en su niñez, en el Valladolid de posguerra, y su visión del deporte era puramente romántica.
Otro ejemplo. En Mi Siglo, de Günter Grass, colección de relatos uno por cada años del siglo XX, los capítulos de 1954 y 1974 están dedicados al fútbol. En 1954, la selección alemana ganó su primer Campeonato del Mundo, en Suiza, en la gran final de Berna frente a la Hungría de Puskas. A aquella victoria se la conoce como el milagro de Berna, porque los húngaros tenían el mejor equipo del momento y eran campeones olímpicos. Fue todo un acontecimiento en la Alemania quebrada y depauperada de la posguerra. En 1974, la RFA ganó su segundo título, sin ser tan milagro. El hito lo supuso el enfretamiento en ronda previa contra sus hermanos comunistas, la RDA, que se repetiría en las eliminatorias intermedias y que finalizaría con una victoria para cada combinado, aunque la final la disputasen los occidentales.

El fútbol, al final, es lo que queramos hacer de él, como casi todo. Los que se pelean son las mulas de varas, nadie les pone una pistola en el pecho. Dos recomendaciones: Diarios de Fútbol y Fútbol Intelectual, que en su espíritu reivindicativo ha inspirado el título de esta entrada.

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