domingo, 18 de julio de 2010

Los siete pretendientes malvados de Penélope


En Un mundo feliz, de Aldous Huxley, el salvaje acaba pegando una paliza de impresión al grito de "zorra" a Lenina Crowne, su objeto de deseo, cuando, tras confesarse su mutua atracción, ella coge y, directamente, se desnuda para pasar a la acción. El 'choque cultural' entre el bárbaro protagonista y la genéticamente diseñada Lenina es evidente en tanto el concibe el ayuntamiento carnal si no es previo paso de una prueba de hombría -hacer el cabra frente a Pukong y Jesús, como sus compadres de la reserva-, y para ella lo más natural es ceder al impulso tan pronto como se pueda, que para eso el mundo es puro disfrute y compra compulsiva.

La reacción del salvaje -por mal nombre John- nos puede parecer un poco exagerada desde nuestra óptica actual, que estaría más cerca de los follarines saltimbamquis que componen la horrenda distopía de la novela de Huxley. Sin embargo, para el simpático salvaje es del todo lógica, en tanto es un hombre pre-fordiano en el más absoluto sentido del estúpido término -encadenad tantos adjevitos faltos de lógica si podéis, vendedores de tocino-.

El héroe clásico, antes de mojar, tiene que pelear. Básicamente, es un rito de paso, demostrar que es un hombre con todas las letras, y no un delantero de la cantera del Atlético de Madrid. Eso, para Ulises, era comerse diez años Egeo, va Egeo viene, y luego tensar el arco y adiós muy buenas pretendientes de Penélope -aunque entre tanto se tiraba a unas cuentas jamonas de la Antigüedad, tipo Circe-. Para Lanzárote, descabezar dragones. Para D´Artagnan... ah, no, espera. D´Artagnan finge que es otro para tirarse a Milady (por cierto, sin que ella llegue a quitarse el camisón, cosas de los franceses). Os engañaron con el mosqueperro, chavales. 

Ahora los relatos de madurez son o evasiones de la realidad o esas mariconadas que llamamos slices of life. Es decir, tostones en los leemos, viñeta a viñeta o fotograma a fotograma, un proceso de madurez presuntamente verosímil -y a base de elipsis- de un pequeño e irritante pijo presuntamente representativo de todos nosotros y nuestro apocalipsis de las cacatúas -¡cacatú, cacatú!-.

Scott Pilgrim es la historia de un chaval canadiense -un soso-, en concreto de Toronto, que tiene un grupo, no trabaja, vive con un gay y tiene por novia platónica a una cría de instituto. Una desgracia humana como hay tantes en este mundo. Se enamora de Ramona Flowers, que es una chavala americana y con el pelo cambiante de color que siempre va en patines. El tema es que, más allá de la proverbial tontería que tiene Scott encima, salir con Ramona conlleva tener que vencer en combate singular a sus siete ex novios malvados. Asín, literal. Los combates son estilo videojuego, con técnicas especiales, vidas, etc. El tebeo, como buena obra "independiente" -eso en EEUU quiere decir que tu editor es rico pero no mucho-, está dibujado con el culo, pero se deja leer.

Scott Pilgrim contra el mundo -me quedo con el título de la peli, que protagoniza el novio de Juno- es una de esas bizarradas que sirve como símbolo catártico. Ya sabéis. Joseph Campbell, Wertham, todos esos tíos. Os conocéis la pamplina.

En un mundo más cerca de Aldous Huxley que de Sin Lancelot -a Marcos Senna sean dadas las gracias-, realmente aparte de hacer el ridículo en diferentes formas y maneras -yendo a conciertos de cantautores o cosas así de bajas-, los hindibiduos humanos de sexo masculino tenemos pocas fazañas a nuestro alcance. Fazañas reales, no polladas de canorro de gimnasio, digo. Scott Pilgrim hace un pirueta cyberpunk pero filtrada al estilo siglo XXI: lo raro es normal, lo bizarro, guay. Es una capa de optimismo sobre el estilo 'Tintín macute' que lo precedió, aunque en el fondo también es hacerle un avestruz a la decadencia de la sociedad occidental.

En cualquier caso, para el ejército de 'Frys de Futurama' en que nos hemos convertido, que distinguimos la ficción de la realidad, pero es que nos gusta más vivir en la primera, cuando menos resulta tentador que lo único que haga falta para conseguir a la chica de tus sueños -bueno, a la de los de Scott-, sea pasarte siete pantallas de un arcade chorra. Lo que no te explican es que después el tema se convierte en Aventura Gráfica y de los jodidas, que ríete del Comandos 2. Pero es otra cuestión.

Entonces, ¿comprendéis por donde voy? Porque el tema es interesante. El ámbito "hindependiente" del cómic y el cine yanqui -es un decir, ganan más que muchos autores estrellas españoles en toda su puta vida- suele ser fecundo en este tipo de vueltas de tuerca a la misma mierda que mamamos desde hace 3.000 años. Estaría bien poder hablar con alguien de esto. O no. Que os den.

No hay comentarios: