
El planteamiento es el de La broma asesina, pero llevado al extremo. El Joker, caracterizado como el psicópata "demasiado lúcido" de Arkham Assylum, agente del caos empeñado en demostrar que todo el mundo es como él a poco que se rasque. Batman, el agente del orden que, para demostrar lo contrario, se ve obligado a "contaminarse" y saltarse los principios que dice defender. Es una revisión más pesimista, pues si en el cómic de Moore y Bolland el Comiserio Gordon mantenía la cordura y se reafirmaba en sus convicciones, en El caballero oscuro, Harvey Dent, el representante "puro" de la ley, pierde, y acaba convertido en un trasunto del mismo Joker. Batman, por su parte, termina por mancharse las manos, limpiando los pecados de Dent en una especie de sacrificio cuasi religioso.

Un paralelo es La jungla de cristal, explotando el miedo al "terrorismo" en un momento en el que este roza más la paranoia que cuando se rodó la peli de acción de Bruce Willis. Otro, Heat, por la patina de realismo con que se cubre y la épica que surge de la importancia de lo que sucede en pantalla, de la cual los efectos especiales son sólo una herramienta (chúpame un pie, Michael Bay). Peroa mí, además, me recuerda a El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford. Tenemos, por un lado, al hombre de ley y ciudadano ideal, recién llegado a una ciudad corrupta hasta el tuétano, y por otro, al "superhombre" que combate esa corrupción según sus propias reglas, tan al margen de la ley como aquellos a los que se enfrenta. Entre ambos, una mujer. Y luego, la situación difícil, la decisión imposible y la actuación en consecuencia de ambos. En El caballero oscuro es el "honrado ciudadano" el que pierde, y el tono es mucho más pesimista, pero la dicotomía.

Scott McLoud, en La revolución de los cómics, hablaba de los superhéroes como un género basado en las fantasías de identificación adolescentes -así nació Superman-, y señaló como ese tipo de historias ha comenzado a trasladarse al cine y los videojuegos arrastrando tras de sí a su público objetivo, de modo que el tebeo debería empezar a explorar otros géneros. Dejando aparte el reduccionismo gringo -tebeo=superhéroes-, habría que señalar que los superhéroes son un género híbrido y permeable, donde los mismo caben la historias de detectives que la ciencia-ficción o, a qué negarlo, el culebrón más rancio. Sus temas centrales, por convención, vienen a ser el poder, el bien y el mal y cómo "salvar el mundo", presentes en obras maestras como Wachtmen, Miracleman o Astro City. Aún así, no son privativos de la historieta, cine, televisión y literatura pueden acogerlos sin ningún problema, como lo prueba, por ejemplo, El protegido.

La estructura del magnífico guión, en el que ningún elemento se encuentra al azar o para adornar, gira sobre sí misma. En esa historia cuyos nudos se repiten, son las motivaciones de los personajes las que aportan los matices a cada acto. Harvey y Bruce se ayudan mutuamente sin saberlo, uno carga con las culpas del otro por distintos, al final, el menos corrupto de los dos es el que sucumbe. Muertes fingidas y saltos en la ley, ¿es, finalmente, bueno o malo que Batman no se deba a ninguna ley, igual que el Joker no respeta los códigos internos de la mafia? Cuando el mundo entero es corrupto, ¿saltarse leyes en principio justas está justificado? (Toma retruécano).

Me voy a esperar a que se me pase el entusiasmo para decidir si es mejor o no que Batman Vuelve y en qué nivel del Top Ten de películas de superhéroes habría que colocarla. Desde luego supera a Batman Begins en todo, supongo que por eso los paralelismo que le han sacado con El Padrino II. Nolan, que encima también se encarga del guión, está cerca de convertirse en el mejor director que se haya acercado al género, a punto de comerse a Bryan Singer, Ang Lee y, los santos nos valgan, Tim Burton.