domingo, 1 de agosto de 2010

¿Qué preferís, la cabeza del Espíritu del Bosque o salvar vuestra ciudad?


Un 'mononoke' es un espíritu enfadado; un 'dios', como se suele traducir, cuya paciencia los humanos han puesto a prueba.

(Bienvenidos a la segunda entrega de una serie involuntaria sobre Miyazaki. No sé si vendrá alguna más después, pero de momento no he podido evitar hacerlo con mis dos películas preferidas. La princesa Mononoke, si bien no me gusta tanto como el cortomaltesiano héroe cansado Porco Rosso, tiene muchas  más lecturas).

San, la princesa Mononoke, es una niña humana abandonada por sus padres a la que la diosa lobo Moro cría como si fuese parte de su camada. Son los humanos quienes la bautizan como 'Princesa Mononoke', la princesa de los espíritus furiosos, ya que al criarse como uno de ellos, se comporta como si lo fuera. Esta suerte Mowgli femenina reniega de su herencia humana -Moro lamenta que no sea ni una cosa ni otra-, aunque no puede evitar abrazarla al caer enamorada de Ashitaka. Cuando éste, herido y alucinando, le confiesa que es preciosa, su reacción es de miedo, pues no comprende."Ese muchacho quería compartir su vida contigo". "Odio a los humanos".

Los dos personajes, que realmente no pertenecen a ningún mundo, son el eje del panfleto ecologista, pacifista y ¿socialista? de Miyazaki.


Ashitaka, el príncipe perdido de los Emishi, es el verdadero protagonista de la historia , hasta el punto de que Miyazaki se planteó poner su nombre en el título, y no el de Mononoke. Este héroe pacifista es el personaje que más vidas se cobra en toda la película -y tiene mérito, debe ser la obra más violenta de todas las de Miyazaki-, pero siempre en defensa propia. De hecho, cuando masacra a casi media docena de samurais de Lord Asano mediado el filme, prácticamente se limita a devolverles sus propias flechas, sólo llega a sacar una sola de su propio carcaj.

Durante gran parte de su trayecto, el monje o Lady Eboshi mencionan al príncipe sus idiosincrasias, sus flechas de punta de piedra y su fiel alce rojo. El apenas menciona que viene "de muy lejos". Los Emishi están condenados sin su príncipe, que los ha abandonado por culpa de la maldición. Ashitaka es un testimonio de otro tiempo, una sabiduría ancestral que se mantiene en equilibrio con la naturaleza mucho mejor que los hombres nuevos de la Ciudad del Hierro o la ira sin reflexión del 'ejército de Mononokes', bastante intolerantes a su manera. Cuando Moro le revela su deseo de destrozarle la garganta -al fin y al cabo, en última instancia Ashitaka está allí para llevarse a su hija-, la respuesta de él es "Es un bosque precioso".

Ashitaka viaja entre los dos bandos. Se bautiza junto a laguna del Espíritu del Bosque y comparte penurias con San y sus hermanos lobos, pero antes ha comido en la mesa de los conductores de bueyes, trabajado en la forja con sus mujeres y observado el trabajo de los leprosos. Su objetivo es obtener el conocimiento desde la serenidad, y Lady Eboshi y Moro le conceden la oportunidad, la primera sin ser consciente de las consecuencias. La escena cumbre de Ashitaka es cuando impide el combate singular entre la líder de la Ciudad del Hierro y la princesa Mononoke. Las separa y las derriba a ambas mientras la maldición de su brazo se muestra en toda su gloria. "Esta es la imagen del odio".

El momento más duro de La princesa Mononoke es, precisamente, cuando el joven príncipe alcanza la linea de frente entre los hombres de Lady Eboshi y los dioses jabalí del Gran Okotto. Lo primero que encuentra es una enorme fosa con cuerpos cubiertos con capas de paja a los que sólo vemos los pies. En una esquina, el joven soldado que se ha encargado de darles sepultura está acurrucado con la cara entre la manos. Un plano de apenas dos segundos con uno de los mensajes antibelicistas más potentes que he visto en una película: el desastre que suponen las vidas perdidas no necesitase explicitarse, pues al ver al enterrador no tenemos sino que recordar el optimismo reinante en la Ciudad del Hierro.

¿Es realmente Lady Eboshi la villana de la historia, el opuesto al buenismo ecologista de Ashitaka y San? Difícilmente se puede evitar sentir simpatía por el ejército de desheradados que comanda: prostitutas, leprosos y conductores de bueyes dignificados gracias un objetivo común y a su propia fuerza de trabajo.  Acompañado de un componente feminista más que subrayado por la historia, con mujeres fuertes dispuestas a defender la ciudad de los muy patriarcales samurais de Lord Asano, a los que el guión vapulea sin ninguna piedad. "No podemos fiarnos de los hombres, recordadlo". Y también "Haciendo las cosas a mi manera no se pierden vidas".

Lady Eboshi encarga a sus artesanos leprosos que le fabriquen rifles más pequeño que su ejército de ex prostitutas pueda manejar con comodidad. Unos leprosos a los que, como explica el anciano Osha, ella mismo vendó las heridas, alabando su pútrida carne. "No hagas a Lady Eboshi objeto de tu venganza. Ella fue la única que nos consideró seres humanos". De hecho, parte de su proyecto, apenas confesado a Ashitaka, es usar la sangre del Espíritu del Bosque para curarlos.

A pesar de sus maneras autoritarias, casi mesiánicas, o precisamente gracias a ellas, la comuna de Lady Eboshi roza el socialismo utópico, el falangsterio (muy) fuera de época. El cuidado de la líder de otorgar un marido agricultor a cada prostituta no oculta la libertad sexual que reina en la Ciudad del Hierro, todo lo que una película 'para todos los públicos' y un cuento épico pueden insinuarlo. Los hombres están algo menos contentos con la situación, avergonzados de la libertad que perciben en sus compañeras, aunque incapaces de resistirse a la evidencia de lo que les ha beneficiado el liderazgo de Lady Eboshi. "Dicen que si las mujeres son felices, la aldea es feliz", comenta Ashitaka, cuando ellos se quejan.


Pero claro. Sólo la industrialización reconduce esa energía, consigue igualar y aunar los esfuerzos de esa masa que quiere y puede sustituir a los anticuados samurais de Lord Asano.Por su parte, Eboshi es incapaz de apreciar la belleza del momento en que el Espíritu del Bosque da la paz a Moro y Okotto. y comienza su metamorfosis en el Caminante Nocturno. "Os voy a enseñar cómo se mata a un Dios. Un Dios de la vida y de la muerte. El secreto está en no temerle". Su objetivo es destruir la esencia misma del misterio del bosque, sin el espíritu (eso piensa ella, y así se los comunica a Ashitaka), los animales serán sólo animales, y no dioses. Los lobos se irán y la princesa volverá a ser humana. Y sin ellos "este bosque será el lugar más próspero del mundo".

Los verdaderos villanos en La princesa Mononoke no llegan a aparecer, no llegan a dan la cara. "Me preocupan más los humanos que los disoses del bosque". Son el violento Lord Asano, líder de los samurais empeñados en desterrar a Lady Eboshi y sus corte de los milagros. El lejano y casi anónimo emperador Mikado, con su vana esperanza de obtener la inmortalidad gracias a la cabeza del Espíritu del Bosque. Pobres y estúpidos ignorantes. La líder de la Ciudad del Hierro relativiza la importancia del soberano cuando enseña la carta que le lleva el monje a dos de sus ex prostitutas casi analfabetas. "¿Qué es un Mikado? ¿Es una persona importante?".

¿Cuál es la ventaja del ejército de leprosos y prostitutas cuando los samurais de Lord Asano les ponen cerco, aprovechando la ausencia de los hombres? Su determinación y su pericia técnica. "Podemos lanzarles plomo fundido si es necesario", proclama Toki, la líder de la ex prostitutas. El esfuerzo de los más débiles, que convirtieron el bosque en mina, intenta ser aprovechado por el muy feudal Asano, que se llevará un severo correctivo tanto por la superior tecnología de los de Lady Eboshi como por el demiurgo Espíritu del Bosque, que parece tener planeado su propio final desde el principio.

De hecho, Lady Eboshi, mutilada y redimida, es, finalmente, quien gana. Moro y Okotto, los líderes de los dioses del bosque, mueren. El Espíritu del Bosque se sacrifica para salvarlo, y con ellos los animales quedan reducidos a su naturaleza bestial, perdiendo la magia que los caracterizaba (aunque un Kodama solitario en la última escena. Y la presencia de Ashitaka en la reconstrucción de la ciudad garantiza que San no lo atacará al mando de lo queda de la tribu de los lobos.

Hasta la historia de amor entre Ashitaka y San se nos regatea, una vez más. El regalo antes de la huida, el abrazo en el momento en el Caminante Nocturno se inclina a recuperar su cabeza, la declaración de él en medio de la fiebre... El final de la película los separará, uno en la nueva Ciudad del Hierro -o no- y la otra como nueva líder de los lobos, separados por el río pero confesándose su mutua importancia en la vida del otro.

El poder de la naturaleza, que entre todos los humanos apenas San y Ashitaka pueden intuir, y el de la solidaridad y el trabajo entre los desheredados, tratando de ser controlados, para intereses mezquinos y egoístar, por dos poderes lejanos, cuyo rostro nunca llegamos a ver, violentos y patriarcarles. Paladeen el concepto de esta subversiva 'película para niños', con un príncipe exiliado, una niña entre dos mundos y un ejército de prostitutas defendiendo, antes que a Dios -que aquí es un medio, nunca un fin- a sus propias dignidades, a la bondad y la solidaridad más propia del ser humano que el odio que a veces envenena sus corazones.

"Construiremos de nuevo una ciudad, pero una buena ciudad". Y todo esto, después de que el Espíritu del Bosque se sacrifique por el bien de todos -como Nausicäa... ¡y como Porco Rosso!- y Dios desaparezca para que los humanos construyan, quizás, una utopía igualitaria, basada en el trabajo y respetuosa con la naturaleza, en la que se harán responsables de sí mismos.

Claro que siempre queda el solitario Kodama del final...


1 comentario:

Pola dijo...

Hoy la he visto otra vez en la tv y, buscando cómo era exactamente la frase de Lady Eboshi ("Os voy a enseñar cómo se mata a un dios...") me he encontrado tu blog. Me ha gustado tu análisis.