martes, 12 de mayo de 2009

El síndrome de La Guerra de las Galaxias.

Existe una ley universal para la ficción, sobre todo la cinematográfica, llamada "Ley de la Trilogía". No sé si se encuentra catalogada o patentada por ahí, de seguro que no he sido el primero en darse cuenta, pero lo que si tengo claro es que se cumple con tanta precisión como da la hora un reloj suizo de los güenos-güenos.

El fundamento de la "Ley de la Trilogía" es más sencillo que el mecanismo de un botijo, y se aplica sobre toda saga peliculera de tres partes, sean estas planificadas o no. La primera película oscilará entre dejarse bien y no pasar de buena, digamos que rendirá en taquilla y complacerá a ese ente amorfo llamado público. La segunda, inevitablemente, la superará en calidad y cantidad, situándose entre "piniculón" y Puta Obra Maestra (P.O.M.). Y la tercera será un truñaco sin remedio, cuyo grado de fetidez artística, traicionando el espíritu de las dos anteriores y a los pobres fans. El grado de tración andará más o menos entre chivarse a Hacienda de que no pagas los impuestos o directamente apuñalarte por la espalda, follarse tu cadáver y prender fuego a tu colección de cómics (y si no tienes colección de cómics, largo de aquí, lamecandados, vete a ver Fama o cine iraní subtitulado o lo que sea que hagas).

¿Pruebas? Observen la progresión de las sagas cinematográficas de X-Men y Spiderman. Primera correcta, segunda orgásmica, tercera truño descomunal. El Señor de los Anillos, lo mismo, pese a todos los óscares del universo mundial. El Retorno del Gay era un coñazo, sobre todo el final, con Frodo y Sam asumiendo su homosexualidad reprimida de la forma más pastelosa posible -en la sala donde yo la ví empezaron a canturrear "qué se besen, qué se besen"- y esos fundidos en negro que hicieron que la gente se levantase antes de tiempo. Matrix y Regreso al Futuro: directamente ya les sobraba la segunda. Batman: la segunda era tan buena que para compensarlo, el karma hizo que a Joel Schumacher le dejasen grabar una cuarta aún peor que la tercera, que tiene mérito. El Padrino: si lo dicen hasta Los Simpsons, macho, es que la III da vergüencita, joder, Sofia, ¿pero qué haces? De verdad, estás enferma. Piratas del Caribe, ni se discute. Blade, en fin, si acabastéis de ver la tercera en lugar de salir y pegarle al acomodador, no porque tuviese la culpa si no por estar allí, más a mano, intentad defenderla si tenéis huevos.

Diréis que me estoy escaqueando de Indiana Jones o Superman, pero ahí ya la estáis cagando, chavalotes. Para empezar, a mí del Dr.Jones me parecen todas malas, así que argumentarme que La Última Mariconada es buena no sirve, y la post-mortem, esa ya llega al nivel de Batman y Robin de estafa infecta. En cuanto a las antiguas de Superman no se pueden considerar trilogía in stricto sensu, pero aún así el bajón ahí está, alcanzando sus más altas cotas de tontería en la cuarta, y eso que el guión tan malo no era. Y voy a tirarme un farol. Probad a mirar que pelis de James Bond, por orden cronológico, son múltiplo de 3. Una pista: la única que hizo George Lazenby es la sexta. Y Quantum of Solace hace 24.

Sólo se libra del tema este -la excepción confirma la regla- la trilogía involuntaria de los mosqueteros de Richard Lester, cuya tercera parte, El Regreso de los Mosqueteros, adapta Veinte Años Después convirtiendo al hijo de Milady en chica, y encima esa chica es Kim Cattrall pero veinte años antes, no sé si me explico. Si eso no es remontar en calidad que venga Dios y lo vea.

Pero centrémonos en la pionera, en LA trilogía, La Guerra de las Galaxias, la que abrió las puertas al despiporre actual de muñequitos de Rorschach en las estanterías de las tiendas de cómics y quinceañeras histéricas gritando en los salones del cómic "¡Soy friki! ¡Soy friki!". La primera, el Episodio IV avant la lettre -que maricona de playa estás hecho, Jorge Lucas-, un piniculón de aventuras más que potable, que se sigue dejando ver hoy en día y suma puntos por la gran cantidad de guiños mitológicas y todo eso -cuando alguien empiece a hablarte de como se basó Jorge Lucas en el trabajo de Joseph Campbell, no te flipes y empieces a planificar vuestra futura vida en común, pequeña gafapastofílica, ha leído un artículo en El País Semanal, pero no tiene ni puta idea de quién es Joseph Campbell-. La segunda, El Imperio Contrataca, un pedazo de película que te cagas, con el "Luke, yo soy tu padre" y toda la pesca, si tengo que argumentártelo más, largo de aquí, Jose Luis Garcí del pan pingrao. Y la tercera, El Retorno del Julai, pues... salen los ewoks y Leia es tu hermana -convirtiendo en incestuoso retroactivamente el piquito de la peli anterior-, en fin, ¿qué queréis que os diga? ¿Qué Jorge Lucas no lo tuvo todo planeado en ningún momento, que lo único que ha querido siempre, incluso cuando era un hippy zarrapastroso -para los estándares de Hollywood- era vuestro dinero? Pues eso. Puto gordo canoso, como te odio.

Quizás diréis que El Retorno del Julai no es tan mala. Que hay tensión, drama, secretos familiares, motos voladoras explotando, Lando Calrissian repartiendo juego, princesas en bikinis dorados, etc. Que los ewoks no tienen nada de malo, que son como peluchitos adorables o como si Chewbacca hubiese dejado embarazo a C3PO. Pero no, amigos, no. El Retorno del Julandrón es la película fundacional de otra lacra de la ficción actual, el llamado... ¡Síndrome de La Guerra de las Galaxias!

El síndrome de La Guerra de las Galaxias no es la obligatoriedad del peluchito mono, eso en realidad es culpa de Spielberg -ya ajustaré cuentas con ese también algún día-, sino el rollo zen y los hermanos secretos. "Leia es mi hermana". Anjá. Claro. Y hacemos otra entrega más y al final resultará que Han Solo es vuestro primo y tendrán que pedirle la dispensa a Yoda o algo. Perdón, que en la nueva Trilogía -otra excepción, primera horrible, segunda sólo horrorosa, tercera potable- descubrimos que C3PO lo construyó el pequeño Annie -tiene cojones-, así que... ¡también es vuestro hermano! Muajajá...

Pues ahora, espectadores de Pérdidos, lectores de los X-Men, sufridores de esa bazofia horribile llamada Héroes... díganme cuándo ha quedado bien que todo el mundo sea hermano de todo el mundo, sobre todo cuando es improvisado, como de hecho fue en La Guerra de las Galaxias. Yo se lo digo: nunca, porque falsea completamente las relaciones preestablecidas entre los personajes y obliga a una nueva dinámica sin sentido, sobre todo con el reduccionismo conservador yanqui sobre cuál debe ser siempre y en todo momento la relación entre los miembros de una familia, aunque la gracia sea que se trate de una familia disfuncional.

Bien. Ahora, cuando reflexionen sobre la película de Lobezno y mierdas tebeiles derivadas del acontecimiento, cuando tengan entre sus manos un cómic escrito por Chris Claremont posterior a 1991 o alucinen al oír las explicaciones que están por venir en Perdidos sobre qué coño hace Christian Shepard jodiendo la marrana por ahí, cuando hagan todo eso, ya sabrán a qué se debe esa sensación extraña, de que algo falla, de que huele a cuerno quemado...

Culpa de Jorge Lucas y el día que se leyó la contraportada de un libro de Joseph Campbell.

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